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Los hombres no lloran

sábado,17 enero, 2009

Ayer vi cinco o seis capítulos de mi serie preferida: Everwood. Ya hablé de ella en otras ocasiones.

Siempre vemos dos capítulos seguidos, cada noche, pero en el final del segundo capítulo correspondiente al día de ayer se empezaba a plantear una situación que me tocaba muy de lleno, así que me quedé a ver el siguiente y no pude dejarlo hasta el final de la tercera temporada.

Quien conozca la serie sabrá que se trata de un neurocirujano de Nueva York, posiblemente de los mejores del mundo, que se va al pueblo donde su mujer le dijo un día que le gustaría pasar sus últimos días.

Pero su mujer se muere en un accidente de tráfico camino a una actuación de su hijo, a la que ,por supuesto, su padre no va.

Tras esa tragedia, él deja la cirugía, coge a sus hijos de 15 y 7 años y los lleva al pueblo mencionado, donde empieza a practicar la medicina general gratuita. La relación con su hijo es tortuosa debido a que su trabajo no le dejaba tiempo para su familia, y su hijo le reprocha que tuviera tiempo para desconocidos y no para ellos, por lo que uno de sus objetivos es recuperar ese contacto con sus hijos.

El contraste entre la ciudad y el pueblo es enorme, obviamente, lo que hace que las relaciones interpersonales sean de vital importancia y no el trato distante y hasta deshumanizado al que estaba acostumbrado con los pacientes y familiares.

Y así transcurre la trama. En el pueblo ya había otro doctor de medicina general, con su familia, y la hija de éste inicia una relación con el hijo del otro.

Tras tres temporadas,  y haber pasado de todo, en este capítulo se dan dos situaciones principales. Se le descubre un cáncer a la mujer del doctor del pueblo (lo que en realidad me tocó la fibra sensible y me mantuvo duran tres capítulos con las lágrimas en los ojos), y el hijo del neurocirujano se va a Europa, tras renunciar a sus planes universitarios y haber empezado una relación de odio con su padre por diversos motivos.

Sin embargo, éste último, antes del viaje, le entrega un regalo que su madre le compró hacía 19 años para el día de la graduación.

Cuando el hijo le pregunta por qué es así, el padre le contesta que su madre había ido comprando durante su vida pequeñas cosas para sus hijos, por si acaso…

El hijo no acude a la graduación y abre el paquete en el avión. Era un libro infantil titulado «On  the places you´ll go…»(En  los lugares a los que irás…) pero con una dedicatoria en el interior de la portada:

Si estás pensando en mí,detente.
Envía un beso hacia el cielo y
concéntrate en lo que te está pasando,
no en lo que dejas atrás.
Estoy en tu pasado, tu presente y tu futuro
No necesitas buscarme.
Estoy aquí mismo,
Ephram Brown

Si sientes miedo por lo que va a pasar a continuación,
no lo tengas.
Olvida el miedo y la vergüenza.
Visita otros lugares.
Sé valiente y acepta desafíos, fortalecen la mente y el corazón
y te preparan para la felicidad.
No pierdas el tiempo con recuerdos.
Concéntrate profundamente en tu próxima acción.
Disfrute el presente, cada momento, porque puede que no vuelvas a tener uno igual.
Y si alguna vez alzas la vista y te sientes perdido,
sólo tómate un respiro y empieza otra vez.
Regresa sobre tus pasos y ve al lugar más puro de tu corazón,
donde reside la esperanza
Encontrarás tu camino otra vez.
Te quiere, mamá.

Todo esto me hizo volver la vista atrás, a mis 19 años, y a mi historia personal, y pensar en las casualidades.

¿Por qué estoy viendo esta serie ahora que me hace revivir determinadas cosas que siempre creí superadas? ¿Por qué, según la voy viendo, me veo reflejado en la figura del padre, que en absoluto tiene que ver con mi realidad? ¿Por qué necesito escribir sobre ello?

Yo no tuve la opción de compartir la enfermedad de mi madre, como hacen en la serie la familia del doctor del pueblo,supongo que mi padre intentó con su mejor intención que mi adolescencia no se viese afectada, hasta el día que entró en mi habitación y me dijo que estuviese preparado, que todo podía suceder en los siguientes seis meses, aunque yo siempre supe todo, y a su vez nunca dí a entender que lo sabía.

¿Será que estoy perdiendo las capas de la famosa cebolla a la que me comparó una de las personas más importantes de mi vida, y ahora me siento desprotegido y a la vez con la obligación de mostrarme fuerte para con la personita que tengo a mi cargo?.

Queda una temporada entera por ver. No sé si será bueno que la vea. No tengo ni idea de lo que va a pasar, al igual que no  sabía nada de lo que ya pasó.

Pero sí sé que «Los hombres lloran» y que no lo son menos por ello.

Como una estrella fugaz – L.E.Aute
14 comentarios leave one →
  1. sábado,17 enero, 2009 19:08

    La vida es demasiado corta como para guardárselo todo dentro. Este comentario mío no aporta mucho, pero me hacía ilusión dejar mi huella en un post que me gustó. Bueno, bonito blog, hasta la próxima!

  2. sábado,17 enero, 2009 21:09

    Hola quierodormir,
    parece una serie interesante. No he visto ni un minuto, ni sé dónde la ponen. Si algún día empiezan desde el principio me gustaría darle una oportunidad.
    Siento lo de tu madre.
    un saludo

  3. Raquel permalink
    sábado,17 enero, 2009 22:33

    Hay veces en que necesitamos «sanar» cosas del pasado para poder liberarnos de la carga que supusieron y aún suponen, aunque las creamos superadas. Quizás la serie te está trayendo esos recuerdos porque en la mochila de tus experiencias todavía hay objetos que no están colocados en el sitio que les corresponde.
    Un besito.

  4. domingo,18 enero, 2009 00:25

    me encanta Everwood!! es una serie amable y bonita. Estoy con Raquel, hay muchas experiencias que se elaboran y superan mucho después de que hayan sucedido.
    Hazte con una tonelada de clinex, y llora a raudales, que no solo es bueno, sino necesario.

  5. domingo,18 enero, 2009 00:26

    (ah. y lo de «cosaswood», no es casual… jeje)

  6. barrenado permalink
    domingo,18 enero, 2009 01:28

    Los hombres lloran, seguro, lo que no sé es si lo reconocen.
    Llorar es tan sano como sudar, pero más poético.
    Yo creo que a veces nos sentimos identificados con cosas o gentes que no parecen tener nada que ver con nosotros, pero sólo lo parece porque seguro que hay algún punto de conexión, y es un punto muy fuerte e intenso que sería interesante descubrir, porque parece insignificante y sin embargo nos une.
    Los secretos del mundo de los sentimientos son así.
    Una sola similitud puede más que mil diferencias y una sola diferencia puede más que mil similitudes.

  7. domingo,18 enero, 2009 10:43

    Gracias por tu visita, Sergio. Espero que vuelvas algún día, y ten por seguro que todos los comentarios los tengo en cuenta.

    Dicibug, es una serie que merece la pena, qué te voy a decir, pero como todas las series que merecen la pena y no tienen audiencia porque son amables y no tratan temas escabrosos o polémicos, son maltratadas por las televisiones. Dudo que la puedas ver sino es por TDT, si alguien se digna repetirla, o la localices por Internet. Por lo que tengo entendido ni siquiera se sacó a la venta en España salvo la primera temporada.

    Leibowitz, ¿realmente tiene algo que ver con la serie?.

    Raquel y Barrenado, siempre tan acertados con sus comentarios. Gracias.

  8. labuceadora permalink
    domingo,18 enero, 2009 16:56

    Es la primera vez que te dejo un comentario, aunque no la primera que te leo, y es que el texto de hoy me gustó demasiado como para dejarlo pasar.
    Un saludo y felicidades por el blog, seguiré visitandote.

  9. domingo,18 enero, 2009 21:20

    Ya te digo que si los hombrecitos lloramos, y como magdalenas en algunos casos.
    Asique mi consejo es que deberías ver la siguiente temporada, que seguro que te hace más fuerte.

    Un beso!

  10. capitana666 permalink
    domingo,18 enero, 2009 23:41

    Llorar es bueno, sirve para desahogarnos y liberar tensiones, sobretodo a veces cuando una cicatriz del pasado nos escuece, porque hay cosas, sobretodo las relacionadas con la gente a la que queremos, que siempre duelen al recordarlas, tampoco eso es malo, es señal de que seguimos siendo humanos, de que aún nos quedan sentimientos.

    Mi madre tuvo cáncer, casi muere por culpa de unos médicos que no supieron decirle que ese bulto era un tumor como una casa, deprimente y doloroso.

  11. lunes,19 enero, 2009 09:51

    Claro que los hombres lloran. Y alabo a los que son capaces de no ser hipócritas y hacerlo.

  12. Salomé permalink
    lunes,19 enero, 2009 22:48

    Seguro que los hombres lloran; hay algunos que, incluso, se atreven a desnudar su alma…, aunque son todavía muy pocos.
    Gracias Juan por esta criatura a cuyo nacimiento asistí casi en primera persona y que me llena de admiración cada día un poquito más.
    Te leo cuando puedo, y estoy feliz de ver tus progresos.
    Nada en esta vida es casual; más que la casualidad, debemos aprender a descubrir la causalidad en los acontecimientos de nuestra vida. A veces podemos hacerlo de inmediato, pero en ocasiones sólo la distancia del tiempo nos ofrece los motivos últimos de algunas experiencias.
    A mí me gustaba también Ewerwood; tengo la sintonía en mi móvil. Una pena que ese tipo de series que hablan de sentimientos no tengan cabida en nuestra televisión.
    Besos y abrazos.

  13. karmenjt permalink
    lunes,19 enero, 2009 23:00

    Es una serie estupenda, a mi me gustaba mucho, pero me quedé en la primera temporada. De todos modos, no creo que te haga daño verla, aunque te revuelva el pasado, aunque te traiga recuerdos dolorosos. Llorar a veces es liberador, aunque agote, aunque te deje seco. Hay sucesos en nuestra vida que tardan años en afectarnos, parece que nos lo tomamos bien hasta que algo más, incluso menos grave, hace que nos derrubemos.
    Nuestro corazón tiene una capacidad limitada de sufrir, de vez en cuando hay que vaciarlo.
    Un abrazo y que te mejores.

  14. martes,20 enero, 2009 15:20

    Gracias a todos por vuestros comentarios.
    Labuceadora, bienvenida. Pásate cuando quieras y comenta cuando quieras.

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